Tengo la buena y la mala costumbre de querer organizar absolutamente todo lo que se cruza en mi camino. Los clósets, los papeles, los libros, la alacena, los archivos de la computadora, los juguetes de mis hijos, el maquillaje, el revistero de las salas de espera de los médcos que visito, la casa de mamá, en fin. Todo.
Igual, en una de esas, también logro organizar mi vida.