Producir la vida, en cambio, significa hacer la mejor película con lo que se tiene, con los personajes y el presupuesto que hay, con el fin de lograr la mejor obra en la que todos queden contentos.
Lo mejor que he aprendido en los últimos años, sobre todo el que acaba de terminar, es que la vida se disfruta más cuando la producimos. Muchas veces, no importa lo que venga ni lo que el corazón crea sentir: lo que importa es lo que uno hace con la vida que tiene y con lo que hace sentir a los demás porque, al final, uno también termina siendo parte de la película que, si la dirigimos bien, cada día puede tener un grandioso final feliz.
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